Pomo
― ¿A
dónde vas? ―Inquirió molesta mientras avanzaba hacia la puerta.
― Al
trabajo ―Conteste incomodo sabiendo al ver su mirada que ella ya conocía la
respuesta.
― Tú
no tienes un trabajo ―Espetó acortando la distancia.
― Tú
ni siquiera existes ―Murmure esquivando su mirada.
― Existo
tanto como existes tú…
― Pasamos
por esto cada década ―Corte molesto ―Cada ¡maldita! Década.
― Y
a pesar de ello, llevas más de cien años insistiendo con eso de trabajar ―Refuto
sin vacilar.
― ¿No
podrías simplemente sonreír y desearme un buen día?
― Nosotros
ni siquiera tenemos percepción del tiempo imbécil.
― Todo
está en tu cabeza…
― ¿Cual
cabeza imbécil? ―Espetó cortante.
― Sabes
que me desagrada que me insultes tanto…
― ¿Y
qué vas a hacer? ―Interrumpió ―¿Matarte? ―Preguntó irónica ―Pues te tengo malas
noticias, ya lo hiciste imbécil
― No
fue mi culpa y lo sabes…
― Se
suponía que eras tú el que arreglaría la fuga.
― Tenía
una familia que mantener por si no lo recuerdas, un trabajo al que asistir…
― ¿Esa
es tu mejor excusa? ―Cortó una vez más ―Cien años aquí… ¡Cien años! ¿Y aún no
eres capaz de admitir tu error? ―Podía notar y sentir todo su malestar y sabía
que nada de lo que pudiera decir ayudaría, solo me quedaba callar y como
siempre esperar más y más insultos mientras miraba fijamente la puerta sin
poder avanzar .
― ¿Sabes
siquiera porque te detengo siempre que intentas salir? ―Prosiguió.
― Nunca
me lo has dicho… ―Murmure.
― Porque
allí fuera no hay nada para nosotros… ―Susurro haciendo una pequeña pausa antes
de proseguir ―Ni siquiera podemos salir de verdad…
― ¡Eso
es una mentira!
―
Pues adelante… inténtalo ―Gruñó desafiante, mientras trataba en vano de tomar
el pomo de aquella puerta una y otra vez, hasta que finalmente comenzó a reír y
pude entender su molestia, riendo junto a ella contagiado con la ironía de
nuestras existencias ―¿Que vas a hacer ahora? ―Preguntó sonriente.
― ¿Sabes?
―Susurre ―Fue mi culpa… la verdad es que no sabía lo que tenía que hacer… nunca
había cambiado una cañería así que el plan era simplemente salir esa mañana, ir
al trabajo y desde allí llamar a un técnico para arreglar todo antes de que
pudieras verlo y…
― Gracias...
―Cortó sonriendo con total serenidad mientras poco a poco se acercaba a la
puerta, iluminando aquella lúgubre habitación como jamás lo había hecho ―Eso
era todo lo que quería escuchar... ―Cerró mientras la puerta se abría para nosotros
y una imponente y cálida luz nos abrazaba dándonos aquello que tanto habíamos anhelado…
libertad…