Morir en verano
Morir en
verano no es sencillo en especial cuando eres un animal, aunque si tienes dueño
las cosas pueden llegar a ser más simples, puede que te pongan a dormir de
manera tranquila cuando las cosas se complican, si tienen dinero y además te
quieren lo suficiente, puede que incluso te den un lugar especial donde
sepultar tus restos con lapida e incluso hasta un féretro incluido, como si
fueras un verdadero miembro más de aquella familia, algunos tienen menos
recursos, y simplemente te entierran en alguna tierra lejana donde jamás volverán
a visitar tus restos, pero te permiten descansar tranquilamente, otros tal vez
solo te ponen a dormir porque les molesta tu sufrimiento, y se les agradece
bastante el hacer este momento más acotado, tus restos son dejados dentro de
varias bolsas negras plásticas como si ahora fueras otro montón de basura para
luego ser arrojado en algún cumulo de porquería a esperar que un camión tome
tus restos introduciéndolos junto a tal vez mas de tus hermanos en la misma situación,
para ser machacados en aquellos metales fríos con olores putrefactos para
finalmente terminar en algún lugar que donde sea que pongas tu mirada estarás
viendo nada más que basura, aun así, no es un final tan terrible como para
aquellos que no somos más que hijos de la calle, sin nadie que nos cuide o
alimente de manera regular, buscando conformarnos con techos temporales durante
las épocas de lluvia o fríos extremos, a algunos les toca la fortuna de
encontrar algún alma caritativa que les abrigue un poco durante los inviernos, otros
encuentran personas que suelen darles algo de agua o comida, un alivio enorme
cuando sueles no tener un rumbo estable, pero cuando eres un hijo de la ruta,
nada de esto importa lo suficiente, pues todos sabemos que nuestro final podría
estar a la vuelta de la esquina, a veces por imprudencias nuestras, o de los
humanos, sea quien sea el culpable, el resultado siempre es el mismo, nuestra
muerte. Morir en verano no es algo lindo, en especial cuando tu vida vale tan
poco para el resto del mundo, algunos somos atropellados en mitad de la ruta,
donde incluso una vez muertos, somos aplastados una y otra vez, donde al calor
de aquella estación mezclado con la velocidad de los vehículos y el asfalto,
esparciendo nuestros restos por quien sabe cuántos lugares diferentes, algunos
tienen más suerte, y son retirados de la carretera, tal vez es simplemente para
no estorbar, sin embargo, el destino es similar, los cuerpos comienzan su rápida
putrefacción debido al intenso calor, y las miradas se clavan en aquellos
restos, con intenso asco, de igual manera que cuando posean aun vida, pero con
una mayor hipocresía, pues una vez muertos, saben que no harán nada por
nuestros restos, pero suelen quejarse de la irresponsabilidad de sus pares
humanos, a pesar que al momento de estar vivos, estos mismos seres, fueron
quienes nos miraron y no hicieron nada, como así también, fueron quienes nos
miraron, y decidieron acabar con nuestras vidas, pero no de aquella manera romántica
como lo haría un dueño de buenos recursos, si no de aquella manera despiadada
entregada por el choque y la velocidad de un vehículo desconocido, finalmente
volvemos a ser lo que fuimos desde un principio, un estorbo a la orilla de la
carretera el cual nadie está dispuesto a ver hasta que es demasiado tarde.
Jesús Todemun