viernes, 17 de junio de 2016



Exterior 

Ella llego una mañana, reclamando mi encierro, escupiendo palabras de odio ante mi negativa al mundo exterior, y yo no hice más que reír, pues ella no comprendía cuanto yo amaba aquel mundo que allí afuera existía, pero para su mala fortuna, no era el mismo mundo que ella conocía, mi mundo era otro, una más real, uno menos banal, uno donde las personas salen porque desean realmente pasear, y pues así ante su atónita mirada de incertidumbre respondí:

Mujer, lo que tú no comprendes es que yo no detesto salir, lo que detesto es el día, este mundo antes de la penumbra no me parece más que una utópica irrealidad, un mundo sacado de un cuento de hadas, plagado de zombies sin cerebro obligados a sonreír constantemente, caminando de un lado a otro balbuceando “dinero dinero” en vez de “cerebros cerebros” olvidando los pensamientos críticos o reflexivos de la vida, olvidándose incluso a sí mismos atrapados en un constante vaivén de sórdida perdición que adormece el alma en cada palpitar, lo que detesto amada mía, son esas mañanas floridas, donde las personas sonríen a la vida, sin pensar en el mañana, sin pensar siquiera en nada, son cuencos vacíos que siguen sus obligaciones de seres humanos, esas donde les dicen a qué hora levantarse, a qué hora acostarse, cuanto, cuando y como pueden beber, ¿habrá alguno de tus sonrientes consortes de la mañana, probado la dicha de desayunar un agua ardiente para lavar los dientes? ¿Habrá alguna de esas mujeres llenas de chismes mañaneros probado la delicia del sexo grotesco y duradero? ¿Cuántos de esos que se hacen llamar personas, habrán disfrutado realmente su mañana para tener tales sonrisas en sus caras? No querida mía… a ese mundo de mentiras yo no voy, déjame con mi noche y mis demonios, al menos estos son sinceros en sus deseos, son sinceros en su mirar, en su odiar, en su amar, deja que me esconda de ese mundo de cinismo, pues con pesar te revelo mi verdad, esa en la que odio tu mundo, y solo te deseo para fornicar, espero no llores con mi verdad, ¡pero conmigo las mentiras no van! Ahora te invito a pasar, a quedarte en mi cama y esperar, dormiremos por horas hasta que la luz se esconda en otro lugar y cuando despertemos querida mía… te mostrare la verdadera felicidad, te mostrare una sonrisa de verdadera bondad.