Desayuno
El día había sido realmente agotador
y la tristeza embargaba mi alma con un sinfín de problemas que veía
interminables, además el sexo, la única vía de escape de este mundo que había
logrado encontrar, ya no formaba parte de mi rutina semanal desde que ella se
había marchado, a veces incluso sentía que la podía llegar a extrañar pues por muchas
mujeres que hubieran pasado por mi cama solo ella lograba satisfacer mi líbido,
mi cuerpo, mi mente, y mi alma, pues jamás decía que no, sin importar mis
deseos, mi euforia, o mis peticiones, ella estaba dispuesta a satisfacerlo todo
en mí, sin embargo ahora el cansancio era mi única constante, y allí, en la
soledad de una cálida noche de verano, decidí expresarme, decidí escribirle,
exponerle cuanto le había llegado a desear, y sin esperar respuesta alguna, me
arrojé sobre sobre mi cama y dormí.
Por la mañana y sin esperarlo, unos
ligeros, extraños e irregulares golpes resonaron en mi ventana interrumpiendo
mí plácido descanso por lo que decidí ponerme de pie y mirar por el vidrio,
esperando encontrar algún ave perdida a la cual ahuyentar, sin embargo, grande
y grata fue mi sorpresa cuando allí con una sencilla sonrisa ella me miraba. Las
palabras fueron totalmente innecesarias, ambos sabíamos lo que sucedía, y sin
perder tiempo alguno, me dirigí a la puerta bajando rápidamente las escaleras
mientras podía sentir sin vergüenza alguna la erección más dura que había
tenido en todo el mes. Al llegar, abrí, me miró, entró, y me besó, luego de
hacerlo, pudo ver mi cara de intriga y sin que le hiciese pregunta alguna
respondió.
― Vi tu mensaje por la mañana y
decidí tomar el primer bus que me trajera a ti.
No tenía palabra alguna para
responder, por lo que comencé a caminar algo ruborizado mientras emitía un
automático
–Gracias.
Al llegar a la habitación la ropa
vistió el piso y nuestros cuerpos se mezclaron bajo las sábanas en un sencillo
abrazo, interrumpido únicamente por mis nerviosas palabras
― Debes estar cansada, ¿Deberíamos
dormir?
Ella rió un poco, y sin dudarlo por
un segundo, subió completamente el tono de aquel tierno abrazo tomando mi pene
entre sus manos y masturbándolo casi con ira, allí supe que el tiempo de la
calma había terminado y era momento de follar. Deslicé mis dedos rápidamente
por su vagina introduciendo un par por sus cavidades, mientras con la otra mano
apretaba su cuello para dirigirlo a mi rostro y besarla con peligrosas mordidas
apresurando la humedad entre sus piernas para poder divertirme sin reparo
alguno, la velocidad y la fuerza de los movimientos se volvían cada vez más
violentos, y la excitación en el rostro de mi amante se volvía cada vez más
notoria, al igual que las marcas de mis dientes por su piel blanca cual
porcelana, de pronto un grito rompió el silencio dejándome notar el exceso de
fuerza aplicada por mis dientes en su piel, pero antes que pudiera siquiera
pronunciar unas disculpas ella cerró mi boca con un eufórico beso, al tiempo
que arrojaba su cuerpo sobre el mío introduciendo con aún más violencia mi
miembro por su vagina, pero a pesar de los esfuerzos por alistar su cuerpo, el
dolor al introducir mi pene, era palpable por todo su organismo, por lo cual se
apartó un poco de mi rostro mirándome fijamente con los ojos empapados en
lágrimas pronunciando un sutil
―Adoro tu pene.
Que no hizo más que reafirmar su
deseo por él, dejando así caer todo su cuerpo en mi virilidad acompañada con
nada más que un grito mezcla de placer y dolor dando a entender que finalmente
había logrado terminar de introducir la totalidad de mi dotado miembro dentro
de ella. Los movimientos se volvieron eufóricos una vez más y el antiguo
silencio, era ahora remplazado por gemidos constantes ahogados e irregulares, sin
embargo, esto no era más que el comienzo de aquella mañana, pues ya que
finalmente habíamos logrado una penetración completa, era momento de comenzar
la batalla de la dominación, y cual ajedrez luego de la apertura, realicé mi
movimiento, tomándola entre mis brazos, afirmándola fuertemente mientras me
ponía de pie, subiendo sus piernas por sobre mis hombros, y azotándola contra
la pared, escuchando así una vez más su grito mezcla de placer y dolor,
incrementando aún más aquel dolor mordiendo con fuerza su pálido hombro al
tiempo que ella clavaba sus uñas por mi espalda, pidiendo así que aumentara la
fuerza y la velocidad de la penetración solo para finalmente poder sentir la
electricidad por todo su cuerpo, acompañada de un grito único que no anunciaba
otra cosa más que el clímax de su placer físico, por lo cual, supe que debía
tomar una pausa para relajar sus ahora hinchados y rosados labios, que a pesar
de todo, no querían otra cosa que seguir sintiendo aquel dolor que tanto placer
le entregaba, pero debía ser consciente, pues aún nos esperaba un largo día y ésta
no era más que la batalla de reconocimiento por el tiempo de lejanía entre nuestros
cuerpos, así que la arrojé sobre la cama, donde aún su cuerpo daba espasmos
involuntarios culpa del placer y pronuncié una vez más
― Debes estar cansada, ¿Deberíamos
dormir?.