miércoles, 25 de mayo de 2016

Desayuno

El día había sido realmente agotador y la tristeza embargaba mi alma con un sinfín de problemas que veía interminables, además el sexo, la única vía de escape de este mundo que había logrado encontrar, ya no formaba parte de mi rutina semanal desde que ella se había marchado, a veces incluso sentía que la podía llegar a extrañar pues por muchas mujeres que hubieran pasado por mi cama solo ella lograba satisfacer mi líbido, mi cuerpo, mi mente, y mi alma, pues jamás decía que no, sin importar mis deseos, mi euforia, o mis peticiones, ella estaba dispuesta a satisfacerlo todo en mí, sin embargo ahora el cansancio era mi única constante, y allí, en la soledad de una cálida noche de verano, decidí expresarme, decidí escribirle, exponerle cuanto le había llegado a desear, y sin esperar respuesta alguna, me arrojé sobre sobre mi cama y dormí.
Por la mañana y sin esperarlo, unos ligeros, extraños e irregulares golpes resonaron en mi ventana interrumpiendo mí plácido descanso por lo que decidí ponerme de pie y mirar por el vidrio, esperando encontrar algún ave perdida a la cual ahuyentar, sin embargo, grande y grata fue mi sorpresa cuando allí con una sencilla sonrisa ella me miraba. Las palabras fueron totalmente innecesarias, ambos sabíamos lo que sucedía, y sin perder tiempo alguno, me dirigí a la puerta bajando rápidamente las escaleras mientras podía sentir sin vergüenza alguna la erección más dura que había tenido en todo el mes. Al llegar, abrí, me miró, entró, y me besó, luego de hacerlo, pudo ver mi cara de intriga y sin que le hiciese pregunta alguna respondió.
― Vi tu mensaje por la mañana y decidí tomar el primer bus que me trajera a ti.
No tenía palabra alguna para responder, por lo que comencé a caminar algo ruborizado mientras emitía un automático
–Gracias.
Al llegar a la habitación la ropa vistió el piso y nuestros cuerpos se mezclaron bajo las sábanas en un sencillo abrazo, interrumpido únicamente por mis nerviosas palabras
― Debes estar cansada, ¿Deberíamos dormir?
Ella rió un poco, y sin dudarlo por un segundo, subió completamente el tono de aquel tierno abrazo tomando mi pene entre sus manos y masturbándolo casi con ira, allí supe que el tiempo de la calma había terminado y era momento de follar. Deslicé mis dedos rápidamente por su vagina introduciendo un par por sus cavidades, mientras con la otra mano apretaba su cuello para dirigirlo a mi rostro y besarla con peligrosas mordidas apresurando la humedad entre sus piernas para poder divertirme sin reparo alguno, la velocidad y la fuerza de los movimientos se volvían cada vez más violentos, y la excitación en el rostro de mi amante se volvía cada vez más notoria, al igual que las marcas de mis dientes por su piel blanca cual porcelana, de pronto un grito rompió el silencio dejándome notar el exceso de fuerza aplicada por mis dientes en su piel, pero antes que pudiera siquiera pronunciar unas disculpas ella cerró mi boca con un eufórico beso, al tiempo que arrojaba su cuerpo sobre el mío introduciendo con aún más violencia mi miembro por su vagina, pero a pesar de los esfuerzos por alistar su cuerpo, el dolor al introducir mi pene, era palpable por todo su organismo, por lo cual se apartó un poco de mi rostro mirándome fijamente con los ojos empapados en lágrimas pronunciando un sutil
―Adoro tu pene.
Que no hizo más que reafirmar su deseo por él, dejando así caer todo su cuerpo en mi virilidad acompañada con nada más que un grito mezcla de placer y dolor dando a entender que finalmente había logrado terminar de introducir la totalidad de mi dotado miembro dentro de ella. Los movimientos se volvieron eufóricos una vez más y el antiguo silencio, era ahora remplazado por gemidos constantes ahogados e irregulares, sin embargo, esto no era más que el comienzo de aquella mañana, pues ya que finalmente habíamos logrado una penetración completa, era momento de comenzar la batalla de la dominación, y cual ajedrez luego de la apertura, realicé mi movimiento, tomándola entre mis brazos, afirmándola fuertemente mientras me ponía de pie, subiendo sus piernas por sobre mis hombros, y azotándola contra la pared, escuchando así una vez más su grito mezcla de placer y dolor, incrementando aún más aquel dolor mordiendo con fuerza su pálido hombro al tiempo que ella clavaba sus uñas por mi espalda, pidiendo así que aumentara la fuerza y la velocidad de la penetración solo para finalmente poder sentir la electricidad por todo su cuerpo, acompañada de un grito único que no anunciaba otra cosa más que el clímax de su placer físico, por lo cual, supe que debía tomar una pausa para relajar sus ahora hinchados y rosados labios, que a pesar de todo, no querían otra cosa que seguir sintiendo aquel dolor que tanto placer le entregaba, pero debía ser consciente, pues aún nos esperaba un largo día y ésta no era más que la batalla de reconocimiento por el tiempo de lejanía entre nuestros cuerpos, así que la arrojé sobre la cama, donde aún su cuerpo daba espasmos involuntarios culpa del placer y pronuncié una vez más
― Debes estar cansada, ¿Deberíamos dormir?.