En un día sábado, pasadas
esas horas en las que la gente normal esta en las calles, me encontraba en mi
tumulto de personas inusuales habituales ya para mí, escritores, poetas,
pintores y músicos. Aquellos con alma de artista que ciertamente miran con
desprecio las cadenas del mundo y con pasión se expresan contra ellas, ya sea
con sus palabras, sus colores, o sus melodías; es aquí, en este punto, en este
viaje sin rumbo, que me encuentro un local de buena música en la gris capital
de nuestro país, allí algo me llama a entrar en este santuario y consumir
elixir de melancolía una guitarra jugando con la desgarrante voz de un hombre
que alguna vez trato de ahogar sus penas en una botella de algún licor de mala
muerte. Un bajo que nos mantiene en un constante palpitar de sensaciones que no
queremos comprender, un teclado que lleva nuestra mente a mundos fuera de
orbita y una batería que nos recuerda el desenfreno constante de este mundo,
una sencilla mezcla para aquella noche, una sencilla y perfecta mezcla que el
grupo “Vintage Blues” ofrecía a su público.
Allí frente a nuestros sentidos, sin dudarlo nos encontrábamos en
primera fila para disfrutar de este espectáculo de sensaciones que nos
embriagaban lentamente con su melancolía desbordante en la amable tonada del
blues. Mi compañero de aventura frente a la emoción de uno de los grandes en el
under del blues consumió cuanto elixir pudo obtener, y en la estratosfera de su
universo se le podía ver perdido de esta vida, simplemente conectado por las
notas que Christian Orellana, Francisco Letelier y Nicolas Romero nos regalaban
de las extensiones de sus cuerpos, llamados vulgarmente, “instrumentos”, tomando
incluso momentos para reposar sus vidas junto a aquellos simples mortales que
allí llegamos maniobrados por el plan divino de Robert Jhonson, pues no solo
eran excelentes músicos estos buenos hombres, si no también excelentes
personas, con los que podías obtener una charla agradable, además de uno que
otro buen consejo en el complejo mundo de las artes. Jamás una mala cara, jamás
una mala palabra, siempre una sonrisa, un sincero apretón de manos y una
disposición completa a recibir junto a ellos quien pudiera expresar su
existencia con el buen y viejo blues. Una noche para jamás olvidar, una noche
con la cual poder soñar, una noche con buenas personas con las que siempre se
puede charlar, Vintage blues es una muestra viviente de que aún queda buena
música por conocer en nuestro andar, un grupo casi obligado para aquellos
amantes de la buena música, solo queda decir que ¡las cartas están listas y los
instrumentos afinados, ahora solo faltan los fanáticos desenfrenados! Larga
vida al Rock&Roll.
Jesús Todemun
son la raja
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